Doctor Humano

yay

Bienvenidos!

No existe limite aqui. Y como lo dijo Einstein, hay solamente dos cosas infinitas, el Universo, y la estupidez del hombre.

sábado, 20 de febrero de 2010

ESPACIO CULTURAL DEL DOCTOR HUMANO vol I

Colección de Relatos cortos, historias y cuentos del Doctor Humano
PRESENTA:

"Remi y la azotea"

Ésta mañana un paciente diagnosticado con esquizofrenia logró escapar del manicomio de la ciudad de México. Remi Stevenhoffer, un exmilitar estadounidense y refugiado políticamente en nuestro país en los 90's, había, increíblemente, burlado a los guardias de seguridad bajo un sombrero grande y la ropa de un doctor. Nadie, ni las secretarias de la entrada, ni el hombre del estacionamiento, se habían percatado del hecho. De no haber sido por la intendente María del Socorro Ramírez Ramírez, quién a los dos días del suceso, notó con desagrado el horrible olor que provenía del cuarto marcado con el 507. Al instante, la mujer abrió la puerta para encontrar el cadáver yaciente en medio del cuarto, prosiguió a quitarle su cartera y depués llamó a la policia.

Por su parte, Remi se la pasaba de lo lindo. Visitó a un amigo suyo con casa en Coyoacán y le platico el dilema en el que se encontraba. Su amigo Geoffrey S., inmediatamente tomó unas llaves del tocador y las coloco en manos de Remi. "Toma -dijo-, la dirección estará en un sobre que te dará mi chofer, tambíen incluirá toda la información que necesitas y unos presentes para que estes cómodo. Quédate el tiempo que desees, mi esposa ha muerto y mis hijos me odian, entonces los considero muertos también. Nadie ocupa esa casa. No puedo ofrecerte un coche porque ..... mis coches son muy valiosos, pero encuentra en el sobre el teléfono de Don Ramiro, es mi chofer y está a tu disposición, yo disfruto de viajar en harley. Dios te bendiga, Remi."

Sorprendentemente, cinco minutos después, Remi estaba sobre una Grand Cherokee con un sobre muy gordo envuelto en una bolsa de plástico transparente. Viajaron entre las avenidas grandes y edificios altos con direccion a las afueras de la ciudad.

Al llegar a la casa, Don Ramiro colocó y deliveró todo en su respectivo lugar, entregó a Remi la ropa y zapatos que le había mandado comprar Geoffrey, y lo despidió prontamente, dijo adiós y piso el acelerador.


La temperatura era baja , muy baja pero nuestro amigo llevaba años sin ver otra cosa que no fueran las cuatro paredes blancas de hospital y los horripilantes monstruos de siempre. Ignoró el frío y subió a la azotea a fumar un cigarrillo. Una gigantesca nube gris golpéaba todo alrededor con una lluvia estruendosa. Remi fumaba, maravillado.

Después de un par de horas bajo a la cocina a prepararse algo de comida, encontró la alacena repleta de los ingredientes más deliciosos; jamón de pavo y jugo de uva entre otros conformaron la cena ideal. Al finalizar el suculento banquete, Remi tomó un poco de helado y fresas con crema y las llevó a su habitación, donde se proponía abrir el sobre de Geoffrey.

Cuando desamarró la bolsa de plástico que envolvía al sobre, un olor fresco acudió a la nariz de Remi, era como si el papel del sobre fuera una delgada corteza recién cortada de algún árbol con jóven -pensó-. Rompió aprisa el sobre y descubrió un sin fin de detallitos. Y vaya que lo eran.

En el sobre, un papel con docenas de números telefónicos, un celular, más cigarrillos, encendedor, un octavo de mariguana, dos mil pesos, 20 boletos de metro, una rasuradora, papel para forjar, la tarjeta de Don Ramiro y una barra grandísima de Toblerone. remi, anonadado, se sentó, construyó una pipa y fumó su regalo.

Cerca del amanecer Remi había terminado ya con todo lo terminable en la casa. No había cigarrillos, el papel telefónico estaba quemado, nada de mariguana, los boletos de metro resultaron ser los perfectos filtros para el papel de forjar, y el chocolate, claro, había desaparecido en el acto, los ingredientes de la alacena ya no estaban junto con la comida del refigerador, los dos mil pesos se volvieron nada en botellas, porno y cocaína después de seis horas.

Al final se quedó sólo. Con tanta cosa encima el pobre de Remi 'agolucinaba' (agolucinar; verbo : dicese del acto de agonizar y alucinar al mismo tiempo) sentado en su cama. Todo el derredor se consumió en vueltas y más vueltas, el sentido de las cosas empezó a difuminarse y todo literalmente se derritió. Las paredes junto con toda una imágen fija de la escena se volvían líquidas y escurrían por debajo de sus pies, su cabeza sudaba, los dedos de Remi ya no podían arañar más sus pocos pares de cabellos, y sin más ni más, explotó.

Todo se silenció por varios minutos, el eco del vacío le resonaba en los timpanos como un zumbido lejano, poco a poco recobró la respiración. Sus ojos empezaron a abrirse y cerrarse rápida y fuertemente en repetidas ocasiones durante un rato, seguido de varios movimientos involuntarios más. Finalmente quedó varado con solamente el ojo izquierdo abierto. Justo entonces entró la voz, grave y apacible y al mismo tiempo muy presente.

"No puedes verme. No intentes razonar, sólo harás que te duela la cabeza. Que pena verte en las condiciones que entraste aquí, tus medicinas se te han hecho vicio y el vicio te hizo idiota y testarudo."

Frente a los ojos de Remi todo era negro, sus pies parecían flotar pero no estaba muy seguro de estar flotando. ¿Cómo lo sabría? Nunca había flotado antes y era imposible comparar el sentimiento con algún otro; experimentaba una enorme sensación de ligereza. De pronto, la imágen del cuarto donde estuvo toda la noche, se posó ante él, y la voz habló de nuevo.

"No te asustes, ese que esta ahí y puedes ver, eres tú, te está dando una embolia y estás a punto de morir, ignora el hecho, muévete con tu voluntad, no con tus pensamientos, vé a la planta baja."

Remi ignoró su cuerpo vomitado y camino hacia la cocina con naturalidad, como lo había hecho varias veces durante la noche. Bajó las escaleras hasta llegar a la puerta que da a la calle. Ahí, recibió instrucciones.

"Usa el teléfono, marca el número de Ramiro. Toma las llaves de la última puerta de la alacena, las de color verde. Junto a ellas está un bote de pintura café, tómalo también y marca un punto, justo a mitad de la calle, sobre el caracol que esta ahí. Después, sube a la azotea."

Obedecía órdenes como si nada, viajaba sobre un mapa de líneas luminosas y brillantes encima de la imágen normal del lugar. Pensaba, pero no desperdiciaba su pensamiento en lcasificar o analizar el suceso de alguna forma. Al pie de la letra siguió instrucciones hasta llegar a la puerta de acceso a la azotea; usó las llaves de la alacena, abrió l apuerta y miró el cielo más hermoso que jamás pudo haber visto en su vida. Dió un par de pasos hacia el centro del lugar, mirando para arriba y boquiabierto, cuando de repente una serie de sonidos extraños comenzó a llegar de la lejanía. Provenían de todo alrededor, espantosos gritos y crujidos se hacían cada vez más cercanos. Remi corrió a la corniza y subió hasta el punto más alto que pudo, y ahí, parado sobre los tinacos, observó todas y cada una de las criaturas y monstruos espantosos que habían atormentado toda su vida. ¡Era increíble!, pudo Remi pasar lista y todos hubieran estado presentes; el hombre de pan rancio a los 16; el poodle demoniaco, a los 20; pistachón zig zag a los 40; y eso por mencionar sólo algunos. Todos con cara de pocos amigos, caminando solemnemente hacia Remi, derramando mucha baba al caminar. A mitad de todo, el silencio se apoderó de nuevo de todo el lugar, y después . . .

"Vienen a comerte y aterrorizarte antes de dejarte ir. Danza, no hay mucho tiempo, danza como el viento, libérate." En segundos, todo el cuerpo de Remi se llenó en un brillo impresionante mientras danzaba como nunca lo había hecho antes, era arte, magia pura.

"Queda poco tiempo, ponte en cuclillas y salta hacia el punto café frente a ti, abajo en la calle. Suerte."

Hizo lo que debió y saltó sobre los tinacos hacia al punto café sobre la alcantarilla a poca distancia de sus depredadores. voló y cruzó el cielo desde donde estaba, al momento de tocar suelo, una llamarada lo desaparecío dejando sólo la estela de humo, de la azotea a la calle.



1 comentario:

  1. wow con el remi.. yo quiero danzar .. pero no quiero ver los mounstros viniendo por mi ni tampoco quiero la embolia. jajaja
    me encanto
    y ya.

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